Walter J. Arrázola
Ex diputado Nacional
Los cruceños siempre han sido los separatistas, desde cuando empezó la lucha igualitaria y federalista con Andrés Ibáñez y los Domingos. A quienes los asesino la metralla del centralismo y la conspiración de un conservadurismo irracional en Bolivia, y porque no internamente en Santa Cruz.
Cuando en el memorándum de 1904 se pidió la integración del país, y los cruceños lucharon por el ferrocarril o muerte en la década del 30, o cuando lucharon por las regalías petroleras en el 50, fueron separatistas.
También les dijeron separatistas cuando se organizaron civil y políticamente para conseguir la elección de los alcaldes por el voto popular en la década del 80.
La historia se repite nuevamente cuando enarbolaron la lucha por las autonomías departamentales y la elección de prefectos, que fue una conquista del pueblo inspirada en el memorándum de la nación camba en el año 2000, quienes fueron los primeros en cuestionar ideológica y políticamente el centralismo.
Después de muchos años de haber quedado la lucha de descentralización estancada con el referéndum que autorizaba la descentralización en 1931, o desde 1986 con la recuperación de la democracia donde existían más de 30 proyectos de descentralización presentados en el congreso; y que luego de muchos años de luchas, presiones, marchas y contra marchas, se aprobó la ley de participación popular y de descentralización administrativa.
Este proceso fue un tránsito de lucha de más de 50 años de descentralización reconducida por la autonomía departamental, gracias a que la nación camba puso en el tapete nacional el debate paralelamente a las naciones indígenas de Felipe Quispe y las dos Bolivia. A los bolivianos nos gusto el caramelo de la gestión pública y el control de cerca de los recursos públicos que nos brindo la ley de participación popular y de descentralización. Habían quedado corta para la realidad del país y las aspiraciones de sus habitantes.
Recientemente se ha aprobado la ley más centralista de la historia de Bolivia, anulando cualquier tipo, si quiera, de descentralización. Lo irónico es que esta ley marco del centralismo tiene el nombre de un verdadero separatista Andrés Ibáñez. Su revolución federal fue acallada, como en toda la historia de Bolivia, con la sangre. Fue fusilado por las balas centralistas por querer dividir la patria al fomentar el federalismo que ponía en peligro la unidad del país. Andrés Abañes fue catalogado por separatista por el centralismo.
De la misma manera a principios del siglo XX mataron al temible Zarate Wilka, indígena asesinado también por separatista. Como explica el historiador H. Klein, los liberales al mando de General Pando tuvieron que despojarse de la bandera política del federalismo una vez ganaron la guerra civil. Claro, ganaron y trasladaron el Estado centralista y unitario de Chuquisaca a La Paz, y utilizaron a los indígenas que pedían autonomías indígenas.
El discurso federal quedo para la historia, los lamentos y las traiciones, de la misma forma como quedaron las autonomías departamentales e indígenas hoy. Unas traicionadas por su dirigencia y elite económica decadente y las otras por el poder centralista oficial del gobierno quienes utilizaron, tantos a los autonomistas como a los indígenas, para sus intereses partidarios, políticos y personales.
Evo Morales ha traicionado a los indígenas igual que Pando y los liberales traicionaron al temible Wilka.
El problema en la media luna, es que el discurso de la autonomía fue utilizado por una clase política y un poder económico decadente, de cuatro familias, que tiene medios de comunicación, agricultura e intereses económicos, algunos fortunas no muy bien habidas, como instrumento de negociación y chantaje frente el Estado central y el poder de turno –representado por el MAS y Morales en la historia actual--, y no como un proyecto político ideológico y de desarrollo de una comunidad e identidad social. No tuvieron conciencia de clase, menos de región. Se hicieron el harakiri, perdieron el apoyo del pueblo, su credibilidad, su movilización, y perderán su poder económico que pudo ser defendido por las masas populares que piden autonomía.
La frustración de un pueblo se los va a llevar por encima cuando se empiece a realizar una revolución interna, y un decantamiento de los verdaderos liderazgos. Esas familias por su traición, serán arrasadas desde las clases más bajas sin poder ni influencia, como despreciada por la clase media y económica emergente. Esa clase popular va cobrar factura a la elite decadente cruceña y al totalitarismo de Morales. A preparar la revolución federal, diría Zarate o Ibáñez, junto con los Domingos.
Otro dato importante, para romper mitos, es bueno aclarar que la constitución de 1938 realizada por el presidente camba y cruceño de Germán Busch, quien fue el primer presidente en reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas de Bolivia. En su Artículo 165 prescribía que “El Estado reconoce y garantiza la existencia legal de las comunidades indígenas”. En el “Art. 166. La legislación indígena y agraria será sancionada teniendo en cuenta las diferentes regiones del país.” Y el Art. 167 que “El Estado fomentará la educación del campesino, mediante núcleos escolares indígenas que tengan carácter integral abarcando los aspectos económicos, social y pedagógicos".
Este gobierno es de la mentira, la tergiversación y distorsión de la historia. Como el MNR y el marxismo en Bolivia han utilizado a los indígenas con fines políticos, y los han desechado.
Como decía Simón Bolivar “los traidores de ayer serán los patriotas del mañana”; nosotros los separatistas tenemos que replantear la revolución federal, contra las cuatro familias cruceñas y contra la oligarquía centralista boliviana. O sucumbir ante el comunismo y etnonacionalismo de este régimen.
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