Pachamamismo e Islam



Pachamamismo e Islam



Walter Javier Arrázola M.
Ex Diputado de Bolivia





La Bolivia de Evo Morales no sólo es política sino también religiosa. Se encuentra envuelta en un simbolismo en torno a la construcción del mito “originario”, el culto de lo ancestral, del líder sacralizado por el aymarismo y de la Pachamama o Diosa de la Tierra.




En la práctica, hoy es difícil disociar la religión y la política en este nuevo régimen, en la “construcción hegemónica ascendente del poder” -como explica el Vicepresidente del ahora Estado Plurinacional y supuestamente laico-, cuando vemos y constatamos cómo existe un retorno hacia presuntas prácticas religiosas “ancestrales” de pueblos andinos como el aymara, y sólo de aquella cosmovisión, que se expresan en un modelo de Estado etnonacionalista o político indigenista en la retórica oficial.


Se ha creado una nueva bandera, la whipala, que conspira contra la tricolor boliviana, sincretizada en un seudonacionalismo indígena-campesino por militares, policías e instituciones públicas.


Es bueno aclarar que, según datos del Censo del 2001, el 78% de los bolivianos es católico, el 16.2% es protestante, 3.2% está afiliado a los grupos cristianos marginales, el 2.4% dijo no tener afiliación religiosa y menos del 0.2% está afiliado a alguna religión no cristiana.[1] Datos concordantes en gran medida con los de la encuestadora Gallup, que en el 2008 dieron como resultado la siguiente situación religiosa en Bolivia[2]: católicos 73%, no religiosos 12%, protestantes o evangélicos 11%, bahai, budistas y Hare Krishna 3%, y los pachamamistas o animistas andinos con sólo el 1%.


En nombre de un Estado laico o aconfesional en realidad se pretende imponer otro tipo de religión o religiones con fines netamente políticos. A nivel de discurso interno está el Pachamamismo o “cosmovisión andina”, consolidada institucionalmente en el preámbulo de la Constitución, en la misma CPE con la diferenciación étnica, la justicia por “usos y costumbres” y la jurisdicción “ancestral” de los indígenas originarios campesinos.


Eso está acompañado con varias leyes, como la de educación con carácter único, centralizada, descolonizadora y que impide la enseñanza de la materia de religión que los padres o una comunidad quieran para sus hijos. Más bien, obliga a que se enseñen otras religiones y cosmovisiones indígenas, como un mecanismo “intercultural” de reconocimiento religioso. También están la ley contra el racismo, la ley de la “Madre Tierra” y la ley del deslinde jurisdiccional, entre otras.


El objetivo político-religioso del régimen de Morales es combatir las creencias judeocristianas, es decir, desconocer la fe de más del 90% de los bolivianos, entre católicos, protestantes o evangélicos y judíos. Estas creencias son un problema y una “competencia desleal” para cualquier régimen totalitario, porque hablan de liberación de los pueblos, de la fe en un solo Dios y de una justicia suprema por encima del Estado terrenal. Las religiones judeocristianas tienen la misma raíz y de su desarrollo ha surgido la cultura occidental.


Al lograr fusionar los mitos creados o por crearse en la cosmovisión andina, el régimen de Morales tendrá un mecanismo para validar sus políticas y acciones de gobierno, como la toma del poder total y la imposición de una especie de neofascismo étnico-religioso.


Cómo islamizar Bolivia


Por otro lado, la geopolítica religiosa del radicalismo islámico tiene muy claro cómo penetrar en América Latina y Bolivia, a través de los gobiernos neopopulistas o regímenes de izquierda antiimperialistas y antisemitas. Por eso los acercamientos, acuerdos y convenios de estos gobiernos, con promesas de petrodólares a cambio de favores entre regímenes, como es el caso de Evo Morales con el régimen teocrático de Irán.



El Islam tiene las puertas abiertas en Bolivia, no sólo por las cercanías del gobierno de Morales con Teherán, sino también con la nueva Constitución, que da las herramientas para la imposición y la penetración.


En la consolidación de los supuestos territorios ancestrales de las “Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos” de Bolivia, que estarán representados por gobiernos autónomos con “usos y costumbres propios”, con competencias de tipo federal y jurisdicción propia en justicia y otros asuntos, podría estar la llave para islamizar Bolivia.


Para Irán será más fácil hacer proselitismo en este tipo de organización política y territorial, donde con dádivas u otros beneficios, que se ofrecerán a los pueblos indígenas empobrecidos, se presionará para convertirlos al Islam, adoctrinándolos religiosa y políticamente. De tal manera, ellos estarán en territorios con competencias federales, con justicia propia y con el derecho que tienen los indígenas a su cosmovisión o a su nueva religión. Al Islam le será más fácil que a los indígenas utilizar los “usos y costumbres” para aplicar el Corán, imponer sus creencias e instituciones jurídicas y religiosas en las comunidades que se asienten, y desterrar a cualquiera que no las acepte, como se acostumbra hacer en muchos países del mundo árabe.


Aunque parecería contradictorio fomentar una nueva religión seudo-indígena y otra como el Islam, con objetivos geopolíticos propios, en realidad no lo es. El Islam nunca atacará a la religión política andina de Morales, pero sí fomentará un sincretismo religioso y forjarán juntas una alianza para combatir u obligar a ese 90% de “infieles” judeocristianos a su conversión.







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[1] Holland, Clifton. ENCICLOPEDIA DE GRUPOS RELIGIOSOS EN LAS AMERICAS Y LA PENINSULA IBERICA: RELIGIÓN EN BOLIVIA. 2009.


En: http://www.prolades.com/encyclopedia/countries/spanish/rel_bolivia09spn.pdf
[2] Religión en Bolivia. En: http://es.wikipedia.org/wiki/Religi%C3%B3n_en_Bolivia

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