
Por: Walter Javier Arrázola, Diputado Nacional
El fútbol tiene el poder de unir pasiones, unir a la población. Es un juego de poder, de virtud, de inteligencia, de elegancia, de suerte, sobre todo un juego de masas, donde el dueño de un gol no es quien lo hizo, sino de quien lo grita: la hinchada.
No importa la razón, lo que importa es la euforia de ganar y entronizar un cántico al infinito eco de un Gol.
El fútbol es un partido, y como "parte" de una masa amorfa, desde el punto de vista ético tiene un solo fin: el triunfo; y un solo objetivo: la competitividad deportiva. La virtud es el deporte, su degradación es: la política o ser parte de la política; al igual que la democracia su degeneración es la demagogia. El deporte no hace --o no debiera hacer parte-- de un partido político o de un gobierno, pues degeneraría la esencia misma de la ética deportiva.
La historia ha demostrado como muchos dictadores y regímenes totalitarios nacionalistas, de izquierda o de derecha, en el mundo utilizaron el fútbol como unificador de las masas; hacen que el fútbol y la patria estén siempre atados en un nacionalismo deportivo.
Ignacio Ramonet, escribe que ningún acontecimiento suscita tanta pasión en los habitantes de nuestro planeta, como el fútbol, y que para muchos hinchas, el fútbol es el mejor revelador de las virtudes del país. Los deportes masivos, y sobre todo el fútbol, permiten, en los países donde la comunicación es controlada por el poder, reunir partidarios para expresar colectivamente una posición política.
Un documental histórico, de la cadena británica BBC, analizo cómo diferentes dictaduras europeas se han aprovechado del fútbol en beneficio propio. Franco, Hitler y Mussolini descubrieron la fuerza y la atracción de las masas por este deporte e intentaron manipular algunos partidos para utilizarlos como parte de la propaganda ideológica del fascismo. Se investigó las acusaciones según las cuales Mussolini manipuló la final de la Copa del Mundo de 1934, cómo Hitler vio --y actuó--, en los Juegos Olímpicos de 1936 y la Copa del Mundo de 1938, los mejores escenarios para mostrar al mundo la superioridad de la raza y del su dictadura. Cómo el caudillo Francisco Franco utilizó la imagen del Real Madrid para asentarse en el poder, e inspirar un sentimiento de orgullo nacional español unificado, los éxitos en el fútbol le permitieron mejorar el reconocimiento popular hacia su régimen autocrático, que estaba en decadencia.
Por eso, ni Hitler, ni Musolini, ni Franco, hicieron política en los hipódromos ni en el golf, pues necesitaban una amplia tribuna que genere mística y catarsis de pasión sin razón, para poder adoctrinar al público y repetir sus victorias en los medios masivos de comunicación. "Ganar un partido internacional es más importante, para la gente, que capturar una ciudad", decía Goebbels el Ministro de Propaganda de Hitler.
En América latina las dictaduras militares también usaron el fútbol, invertían en el, unificaban a las masas y sobreponían los triunfos de sus selecciones de fútbol sobre la ineptitud de sus políticas económicas o de sus horrendos crímenes.
Entre el fútbol y la política tenemos muchos ejemplos: el segundo Campeonato Mundial de fútbol se jugó en 1934 en la Italia de Benito Mussolini. Los carteles mostraban a un jugador haciendo el saludo fascista y, durante los partidos, flameaba la bandera italiana junto a la alemana con la svástica. Para el Mundial de Francia en 1938 los jugadores recibieron un telegrama de Mussolini: ''Vencer o morir''.
Italia ganó, en nombre de la patria y de Mussolini, y sus jugadores empezaban y terminaban cada partido vivando a Italia y saludando al público con la palma de la mano extendida.
El fútbol para los Nazis era una cuestión de Estado. Un monumento recuerda, en Ucrania, a los jugadores del Dínamo de Kiev de 1942. En plena ocupación alemana, ellos cometieron la locura de derrotar a una selección de Hitler en el estadio local. Le habían advertido: Si ganan mueren; prefirieron ser dignos y libres. Los once fueron fusilados con las camisetas puestas, en lo alto de un barranco, cuando terminó el partido.
Los fascistas y nacional socialistas pensaban que el fútbol permitía reunir multitudes considerables en un espacio propicio para la escenificación; ejercer sobre ellas una fuerte presión y mantener las pulsiones nacionalistas de las masas. La estrategia la utilizan hoy los populistas.
Esa es la historia del fútbol y la política, como dirían los marxistas y su materialismo Histórico.
Hitler, Musolini, Franco, Chavez y Evo entienden muy bien aquel dicho del emperador romano Nerón: "si eres incapaz de darle pan a tu pueblo, entonces dale circo".
El tiranozuelo de Hugo Chávez ha invertido mil millones de dólares destinado a la Copa América de fútbol que se jugará en nueve ciudades venezolanas. Dicha inversión será utilizada por el régimen para mostrar una buena imagen en el exterior, y esconder la pobreza que se ha acrecentado en Venezuela.
En la mayoría de los países latinoamérica el fútbol es más que importante en la vida de un ciudadano común; en Venezuela no lo es tanto, en realidad el béisbol es el deporte estrella, deporte favorito del presidente Hugo Chavez.
Por su lado su excelencia, Juan Evo Morales Ayma, juega deporte con altura y pelean contra la "discriminación del deporte" y pretende conformar un bloque de aliados con su diplomacia directa para declarar una guerra frontal a la FIFA.
Lo preocupante: Venezuela y Bolivia inician la Copa América ¿Casualidad? ¿Quién ganará? ¿Qué nos mostrarán?
El fútbol tiene el poder de unir pasiones, unir a la población. Es un juego de poder, de virtud, de inteligencia, de elegancia, de suerte, sobre todo un juego de masas, donde el dueño de un gol no es quien lo hizo, sino de quien lo grita: la hinchada.
No importa la razón, lo que importa es la euforia de ganar y entronizar un cántico al infinito eco de un Gol.
El fútbol es un partido, y como "parte" de una masa amorfa, desde el punto de vista ético tiene un solo fin: el triunfo; y un solo objetivo: la competitividad deportiva. La virtud es el deporte, su degradación es: la política o ser parte de la política; al igual que la democracia su degeneración es la demagogia. El deporte no hace --o no debiera hacer parte-- de un partido político o de un gobierno, pues degeneraría la esencia misma de la ética deportiva.
La historia ha demostrado como muchos dictadores y regímenes totalitarios nacionalistas, de izquierda o de derecha, en el mundo utilizaron el fútbol como unificador de las masas; hacen que el fútbol y la patria estén siempre atados en un nacionalismo deportivo.
Ignacio Ramonet, escribe que ningún acontecimiento suscita tanta pasión en los habitantes de nuestro planeta, como el fútbol, y que para muchos hinchas, el fútbol es el mejor revelador de las virtudes del país. Los deportes masivos, y sobre todo el fútbol, permiten, en los países donde la comunicación es controlada por el poder, reunir partidarios para expresar colectivamente una posición política.
Un documental histórico, de la cadena británica BBC, analizo cómo diferentes dictaduras europeas se han aprovechado del fútbol en beneficio propio. Franco, Hitler y Mussolini descubrieron la fuerza y la atracción de las masas por este deporte e intentaron manipular algunos partidos para utilizarlos como parte de la propaganda ideológica del fascismo. Se investigó las acusaciones según las cuales Mussolini manipuló la final de la Copa del Mundo de 1934, cómo Hitler vio --y actuó--, en los Juegos Olímpicos de 1936 y la Copa del Mundo de 1938, los mejores escenarios para mostrar al mundo la superioridad de la raza y del su dictadura. Cómo el caudillo Francisco Franco utilizó la imagen del Real Madrid para asentarse en el poder, e inspirar un sentimiento de orgullo nacional español unificado, los éxitos en el fútbol le permitieron mejorar el reconocimiento popular hacia su régimen autocrático, que estaba en decadencia.
Por eso, ni Hitler, ni Musolini, ni Franco, hicieron política en los hipódromos ni en el golf, pues necesitaban una amplia tribuna que genere mística y catarsis de pasión sin razón, para poder adoctrinar al público y repetir sus victorias en los medios masivos de comunicación. "Ganar un partido internacional es más importante, para la gente, que capturar una ciudad", decía Goebbels el Ministro de Propaganda de Hitler.
En América latina las dictaduras militares también usaron el fútbol, invertían en el, unificaban a las masas y sobreponían los triunfos de sus selecciones de fútbol sobre la ineptitud de sus políticas económicas o de sus horrendos crímenes.
Entre el fútbol y la política tenemos muchos ejemplos: el segundo Campeonato Mundial de fútbol se jugó en 1934 en la Italia de Benito Mussolini. Los carteles mostraban a un jugador haciendo el saludo fascista y, durante los partidos, flameaba la bandera italiana junto a la alemana con la svástica. Para el Mundial de Francia en 1938 los jugadores recibieron un telegrama de Mussolini: ''Vencer o morir''.
Italia ganó, en nombre de la patria y de Mussolini, y sus jugadores empezaban y terminaban cada partido vivando a Italia y saludando al público con la palma de la mano extendida.
El fútbol para los Nazis era una cuestión de Estado. Un monumento recuerda, en Ucrania, a los jugadores del Dínamo de Kiev de 1942. En plena ocupación alemana, ellos cometieron la locura de derrotar a una selección de Hitler en el estadio local. Le habían advertido: Si ganan mueren; prefirieron ser dignos y libres. Los once fueron fusilados con las camisetas puestas, en lo alto de un barranco, cuando terminó el partido.
Los fascistas y nacional socialistas pensaban que el fútbol permitía reunir multitudes considerables en un espacio propicio para la escenificación; ejercer sobre ellas una fuerte presión y mantener las pulsiones nacionalistas de las masas. La estrategia la utilizan hoy los populistas.
Esa es la historia del fútbol y la política, como dirían los marxistas y su materialismo Histórico.
Hitler, Musolini, Franco, Chavez y Evo entienden muy bien aquel dicho del emperador romano Nerón: "si eres incapaz de darle pan a tu pueblo, entonces dale circo".
El tiranozuelo de Hugo Chávez ha invertido mil millones de dólares destinado a la Copa América de fútbol que se jugará en nueve ciudades venezolanas. Dicha inversión será utilizada por el régimen para mostrar una buena imagen en el exterior, y esconder la pobreza que se ha acrecentado en Venezuela.
En la mayoría de los países latinoamérica el fútbol es más que importante en la vida de un ciudadano común; en Venezuela no lo es tanto, en realidad el béisbol es el deporte estrella, deporte favorito del presidente Hugo Chavez.
Por su lado su excelencia, Juan Evo Morales Ayma, juega deporte con altura y pelean contra la "discriminación del deporte" y pretende conformar un bloque de aliados con su diplomacia directa para declarar una guerra frontal a la FIFA.
Lo preocupante: Venezuela y Bolivia inician la Copa América ¿Casualidad? ¿Quién ganará? ¿Qué nos mostrarán?
26.6.2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario